El territorio de la arquitectura del
Movimiento Moderno va desde el objeto a la ciudad, pasando por la propia
vivienda. Por ello, los Maestros del Movimiento Moderno, como Le Corbusier,
planifican sus obras no solo como mera edificación que otro se encargará de
amueblar, sino que asumen esta última tarea como propia proyectando así una
obra global en la que deciden todos los detalles, como ejemplifica este texto
con la experiencia de Marie Jaoul: “no se podían modificar ni paredes ni
colores, ni disponer de unos cuadros o un mobiliario discordantes con la casa y
con lo que su autor había previsto”.
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